Ayer no escribí nada. El motivo es sin duda un gran motivo: mi Elfito ya tiene grupo ebi. Ya está, ya lo he dicho. Ayer estaba yo plácidamente escribiendo en el blog cuando vino para cenar y contarme que le habían cogido. Normal, ¿tenéis idea de lo bien que canta mi Elfo? Enhorabuena, guapísimo, el resto del mundo también tiene derecho a escucharte!.
Tema aparte, no os libráis de lo de ayer. Clase de nuevo con García-Guijarro. No os preocupéis porque ya sólo me queda una clase con este señor, sigh... y luego una de "despedida" para hablar sobre los trabajos que tendremos hechos (esperemos). Bien, por fin hicimos la exposición. Abreviando fue un desastre por parte de los dos, pero el hombre nos dijo que le parecía un gran esfuerzo por nuestra parte y que era imposible que saliera mejor considerando que era la primera vez que lo hacíamos. Después hicimos cada uno un esquema para hablar de otro tema. Tuve suerte y mi tema fue una comparación entre la Cruzada de Jerusalén y la Cruzada contra las herejías, centrándonos en la albigense, pero también hablando un poquito de los cátaros. Al hombre le gustó bastante mi esquema y hombre, a una le hace ilusión. Supongo que mis conclusiones no os interesan en absoluto, pero como esto es para escribir lo que a uno le parece... lamento comunicaros que a mí me parece bien escribirlas (eh, no paso lista, podéis pasar de este post y leeros el de mañana, jeje).
Bien, pues allá vamos... ¿qué similitudes existen entre la primera Cruzada, la de Jerusalen del 1095 y la de los albigenses, cien años después?
En primer lugar deberíamos hablar sobre los cambios que se desarrollan en la Iglesia reformista del siglo XI. Ahí, observamos que en una Iglesia que se inserta en un mundo feudal, el concepto de la guerra empieza a tomar sentido. Si en el siglo X la guerra defensiva era apoyada por la Iglesia, en el XI ese concepto evoluciona. La Iglesia quiere supeditar bajo su poder al Imperio y centralizar todo el poder eclesiástico como si de compromisos feudovasalláticos se tratara. A la cabeza de la Iglesia está el papa, representante de Dios en la Tierra. Su opinión no puede ser discutida ni contrariada, de manera que quien se oponga al papa es contrario a Dios y como tal, considerado infiel.
Como la Iglesia considera que el poder espiritual está por encima del secular, todos los vasallos del Imperio son a la vez vasallos de la Iglesia y le deben un compromiso.
Por otra parte, la Iglesia busca nuevas formas de espiritualidad. Antes, la vida perfecta del creyente era la de la oración contemplativa: el retiro a la vida monástica. Ahora se buscan nuevas formas de cumplir el compromiso con Dios, con la posibilidad de hacer votos monásticos, si se desea y si no, simplemente como cuestión temporal, o como opción a la que volver de cuando en cuando. Así surgen la orden del cister, centrada en el "laboro" además de en el "oro", las órdenes mendicantes, que salen de los monasterios para predicar y las órdenes militares, cuya función es la lucha contra el infiel.
La primera vez en la que esto toma forma es en la primera Cruzada. Por primera vez se plantea la guerra contra el infiel. Los Cruzados hacen un voto religioso y se les concede la redención de sus pecados. Así, los nobles, los que no conocen otra forma de "trabajar" que la guerra, tienen un medio de llevarlo a cabo y al mismo tiempo hacer vida religiosa. Es en este contexto en el que algunos Cruzados quieren llevar este voto más allá y convertirse en clérigos militares. Así surgirán los Templarios. En Jerusalén, una orden de hospitalarios se dedicará también a la guerra. Es la Orden del Hospital de Jerusalén (aún vigente).
Esta nueva Iglesia, sin embargo, no es del gusto de todos los creyentes. Algunos piensan que en este contexto de feudalización y de guerras, se están dejando de lado los verdaderos valores espirituales. Este es el germen de nacimiento de los "herejes", como son los cátaros y los albigenses. Quieren retomar los verdaderos valores que predica el cristianismo.
Como podemos comprender, la Iglesia no los considera así. Además, entre sus filas había una gran profusión de nobles, así que los muchachos eran llamativos. Bien, como podemos imaginar, al oponerse contra la opinión de la Santa Sede, fueron inmediatamente llamados herejes e infieles.
Así, el papa consideró legítima la realización de una Cruzada religiosa (como él mismo denominó) contra los infieles que se oponían a la Iglesia. De esta manera, la ideología que subyace bajo esta Cruzada es la misma que la que vemos en la Cruzada de Jerusalén.
Ya sé que queda todo como muy resumido y esquematizado... qué le vamos a hacer... es que ahí hay tema de sobra para hacer un libro. A mí me han pedido unos cinco folios para la semana que viene, que voy a disfrutar bastante más que con el trabajo de prosopografía, todo sea dicho.
Os recomiendo... uhmmm... sigamos en el mundo de los caballeros justos y nobles y escuchad de mi parte al rey Arturo en "Dragon, Island, Cathedral" de "Once and Future King".
Buenas noches...
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