Hace mil leí un post en el blog de Lothíriel sobre el tiempo que me dejó marcada. Venía a ser algo así como que nos pasamos la vida deseando que llegue la hora de salir del trabajo, de que llegue el fin de semana, de que lleguen las vacaciones... y luego no damos crédito a lo rápido que pasa el tiempo: ¿Ya estamos en verano? ¿eso fue el año pasado? ¿ya han pasado diez años desde que nos conocemos?
El tiempo no existe en el espacio y en la tierra es una medida inventada por el ser humano para situar el orden en el que suceden las cosas, o eso nos dicen en el cole. Que exista o no el tiempo no tiene que ver con que se nos estropee la fruta en el frigorífico o que Nicole Kidman se haga mayor por mucho bótox que se meta. Las cosas suceden igual, la fruta se oxida y Nicole Kidman también y aunque las horas parecen no transcurrir nunca en el trabajo, el tiempo pasa de manera inexorable y yo tengo la sensación de no tener tiempo para hacer nada de lo que quiero. Y es que admito que tengo una cabeza dispersa y me gustaría hacer muchas cosas.
En el trabajo suelen reírse de mí por esto mismo. Porque siempre digo que me gustaría hacer esto o esto otro pero no tengo tiempo. Siempre hay una que asegura que sí que hay tiempo, que tengo que organizármelo mejor y lo de más allá, pero no es cierto. Si sólo quisiera hacer deporte, aprender euskera o pasarme por tal tienda tendría tiempo de sobra para todo eso, pero no es así... en las escasas horas que nos deja el tiempo partido veo cómo se me acumulan las series pendientes, las películas o los libros, tengo libros y cómics míos que nunca he leído, no hablemos ya de los ajenos, no toco un videojuego desde ni me acuerdo, básicamente porque sé que no tengo medida y que no me basta con jugar una o dos horas al día (que ya de por sí, me impedirían hacer el resto de cosas ese día), sino que no soy capaz de jugar menos de ocho todos los días. Y no tengo ocho horas todos los días. No hablemos de las cosas que me gustaría aprender... me gustaría coser mejor, tengo recetas acumuladas que nunca tengo tiempo de hacer, me gustaría aprender idiomas, hace la tira que quiero ponerme a hacer cosas con cuero, se acercan Rúnicos y no tengo muy claro que vaya a tener tiempo para hacer algo de ropa para nosotros, aunque me gustaría mucho porque esta temática me encanta, maldita sea, llegará el día de irnos al Drachen y seguramente me iré con rabia de no haber hecho toda la ropa que quería, es lo que hay. Y por no hablar de las aficiones que tengo abandonadas y agónicas por falta de dedicación en los últimos años, como pintar o tocar instrumentos. Me da pena pero a todo no se puede dedicar una y no hay tiempo material para vivir. Aparte de todo esto, además, pretendemos tener vida social y como haciendo esto y lo otro hemos terminado por conocer a demasiada gente, es complicado mantener el contacto con todo el mundo, bien sea en persona, bien por una llamada telefónica de cuando en cuando, por el guachap que tenemos ahora casi todos o por el messenger de toda la vida.
Y no es que no haga cosas por dejadez, no. Muchas veces es por cansancio, pero generalmente llego a casa y me pongo a hacer esto o aquello. Lo malo es que "esto o aquello" muchas veces tiene que ser poner una lavadora, hacer la cena o recoger la cocina. Maldita sea este rollo de habernos hecho mayores, entre trabajar y asumir responsabilidades varias ¡no hay tiempo para nada!
El tiempo se nos escurre de las manos y nunca hay tiempo para hacer todo lo que queremos. Mientras, el personal va por ahí diciendo que está aburrido en casa. ¡Aburrido en casa! La gente se aburre en casa, atención, cuando otros no vemos la forma de sacar rendimiento a las escasas horas libres. Yo me aburro en el curro, pero no en casa. El tiempo se distribuye de manera injusta cuando a unos les sobra y otros tenemos que hacer encaje de bolillos con la agenda. Y digo yo... ¿alguien sabe cómo hacer cigarrillos de esos de los hombres grises? Digo por distribuir unos cuantos entre la gente que se aburre y quedarnos con su tiempo, maldita sea. Mala es la vida del que tiene más aficiones de las que normalmente disfruta el resto de la sociedad.
Hoy, sábado, me he levantado a la una y pico de la tarde porque estaba literalmente hecha unos zorros (no, una zorra no, hoy era hecha unos zorros). La primavera que va haciendo acto de presencia, supongo, ayudada por una semana sin parar, yendo de un lado para otro, cumpliendo cuatro días de cinco en el gimnasio (y porque el miércoles lo tengo de descanso... la comida la tengo ocupada y por la tarde tocaba partida). Me toca las narices mil y vuelta haberme saltado hoy la clase de confección, pero si he dormido casi doce horas de tirón, supongo que ya me iban haciendo falta.
En fin, menos cháchara y más actividad que tenemos una tarde ocupada... Recomendando "The man who sold the world" en la versión original, por supuesto, la de David Bowie. Como acompañamiento un té rojo de caramelo con vainilla como el que me voy a tomar yo ahora mismo y que tuvo fans y detractores cuando lo puse en la partida del otro día. A mí, personalmente, me encantó.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire