jeudi, juin 02, 2005

Dosde junio de mildoscientosdiezynueve: La Muerte a todos nos iguala (de Thanatos II)

Con las narices metidas dentro de mis apuntes sobre la Muerte en la Edad Media, he incluido en el trabajo un apartado que he titulado, como el epitafio, "La Muerte a todos nos Iguala".

¿Hasta qué punto es falsa esa frase? Desde luego, a todos los niveles, así es. Del mismo modo que no tenemos derecho a vivir los unos igual que los otros (entiéndase esto a todos los niveles... el económico, el entorno familiar, el sanitario...). En la Edad Media, que (¡sorpresa!) es la época donde tengo más dominado este tema (y como dije el otro día, una época especialmente destacable, puesto que el lugar que ocupaba la Muerte en la vida cotidiana era privilegiado), la diferencia sanitaria era importante: el noble generalmente podía optar a la asistencia de un médico que residía en su propia casa, junto a sus familiares. Personas menos favorecidas no podían permitirse este lujo y se conformaban con la atención de sus familiares, que estaban aleccionados para percibir los síntomas de la muerte (esto no es ninguna tontería, por cierto, en más de un caso se enterraron personas, principalmente niños, que todavía no habían muerto, aunque en el caso de estos últimos, posiblemente no estaban tan equivocados al enterrarlos, jeje). Los más desfavorecidos, en el mejor de los casos, podían aspirar a la atención llevada a cabo por las instituciones benéficas destinadas al cuidado de los moribundos y preparación de exequias para estos. Véase el punto hasta el cual la Muerte cobra suma importancia en la Edad Media. Se consideraba que no había peor cristiano que el que dejaba morir a su hermano sin proporcionarle los debidos rituales (confesión y comunión a poder ser, entierro en lugar sagrado si era posible y si no en tierra, con las debidas oraciones), puesto que no estaba destruyendo el cuerpo mortal de el hermano, sino contribuyendo a la muerte del alma. Casi nada.

Pasemos al tema económico: el noble tenía derecho a ser enterrado en un lugar interesante. Según su categoría de nobleza, más interesante o no. Así, el rey se podía permitir su sepulcrillo en el altar de una catedral, mientras el pobre era enterrado fuera de la Iglesia. Sin losa ni nada, con tierra apelmazada encima, con las consecuencias que esto supone... muy a menudo, la tierra pisoteada era removida hasta el punto de que a menudo asomaban huesos de los sepultados. A nadie parecía importarle demasiado, puesto que el llamado azylum circam ecclesiam era utilizado como "plaza del pueblo". Vamos... de mercado, lugar de reunión, sede de fiestas y demás.

El aspecto más importante es el de la salvación del alma. En todo testamento medieval observamos un reparto de bienes del finado entre sus familiares y ser queridos. No sólo esto: toda la primera parte del testamento (que no era poca cosa, porque los hay de laaaargas páginas) estaba destinado al reparto de bienes monetarios para obras eclesiásticas (caritativas, militares... etc.) y para el reparto de dinero a determinada Iglesia donde desea que se organicen misas por la salvación de su alma. Huelga decir que cuanto más acaudalado hubiera sido el fallecido, mayor era su inversión eclesiástica, podía permitirse mayor número de misas y por lo tanto, hete aquí que su alma tenía un mayor número de posibilidades de ser salvada.

El asunto no queda ahí... el Nuevo Testamento nos enseña a "dejar tus bienes para seguir a Cristo". Bien, las propias órdenes mendicantes medievales predicaban cómo esto no era necesario hasta el momento de la Muerte. Esto es: uno podía disponer de sus bienes en vida como le apeteciera, siempre que al terminar sus días los repartiera entre la Iglesia. Ahí queda eso.

El rico tenía más sencillo el acceso al Cielo que el pobre. Claro, que los pobres se consolaban con la idea de que tenían el Cielo ganado por su condición de pobres (y los ricos se aprovechaban de este pequeño detalle para no permitir que dejaran de ser pobres... qué caritativos).

Terminada esta reflexión medieval... vuelvo a lo mío (otro día os torturaré con los ritos que se realizaban en torno a la Muerte, porque los hay apasionantes. Como adelanto os cuento que los cátaros guardaban el cabello y las uñas del difunto para que no se los llevara el diablo. Miedooo).

Como recomendación, hoy toca Therion, de quienes os recomiendo "Flesh of the Gods", donde además de todos esos señores, canta un invitado muy simpático, jeje.


Buenas noches...

6 commentaires:

Eleder a dit…

Entre las muchas cosas que se podría decir de este mensaje (ay! si hubiera tiempo...), me voy a quedar sólo con una: que considero que la frase que mencionas es verdadera en su más importante sentido.

Tú has comentado que la muerte es diferente para ricos y pobres, porque las circunstancias que la rodean lo son. Correcto.

Pero, si las diferencias que rodean la muerte (incluyendo el tiempo que tarda en llegar) son importantes para un ser humano, para cualquiera... mucho más importante es otra cuestión: que llega. Siempre. Y a todos. Y para un ser humano, el hecho de que la muerte llegue y todo se acabe es algo decisivamente más importante que el hecho de que tarde más o menos, o llegue mejor o peor. En ese sentido es igualador.

Y la famosa conversación entre Finrod y Andreth de la Historia de la Tierra Media, de Tolkien, es muy explicativa a ese respecto :)

Azelaïs de Poitiers a dit…

Bueno, pero eso lo piensas tú. El desfavorecidillo medieval que se sabía culpable de varios pecadillos capitales (gula, avaricia, lujuria, pereza... es que pecar es tan fácil...) tenía que estar comiéndose hasta el muñón pensando que su alma se iba a pudrir toda una eternidad en el infierno y que no tenía capital para evitarlo. Es durillo ¿eh?

La muerte llega para todos, pero algunos se veían sentados en un eterno banquete celestial mientras los otros se planteaban qué castigo les tocaría en el infierno. Mal plan.

Eleder a dit…

Vale, en eso no había entrado. Voy:

"El rico tenía más sencillo el acceso al Cielo que el pobre"

Entiendo que no estamos hablando de doctrina, donde esto es de hecho más bien al contrario :D (ojo de una aguja, etc), sino de la "percepción entre los pobres" de tal hecho. Sobre esto no puedo decir mucho (¿hay datos contemporáneos que hablen de ello? Es casi más una cosa de intrahistoria), pero reconozco que dudo que los pobres vivieran atemorizados porque, al ser pobres, era más probable que fueran al infierno.

Y me quedo más bien con la otra reflexión de tu post: "Claro, que los pobres se consolaban con la idea de que tenían el Cielo ganado por su condición de pobres".

En cualquier caso, la religiosidad medieval era una cosa muy rara, y muy distinta según las zonas: en pocos sitios se atenían a lo que se dijera en los concilios... por lo que no sé cómo se viviría esto en la mentalidad campesina de la época. ¿Hay datos? Porque si no, especular en uno u otro sentido no parece muy lógico (pero varias herejías surgieron precisamente por el "orgullo de ser pobre"... que les llevaba a matar a los ricos sin problemas de culpabilidad XD)

Ardaleth a dit…

Qué curioso lo de los cátaros! Es extrañamente similar al mito nórdico del Naifarer Nalfgar, el drakkar que se construía en el infierno con las uñas de los muertos y con el que Loki invadiría Asgard en el Ragnarök cuando estuviera terminado. Para evitarlo la gente les cortaba las uñas a los cadáveres antes de incinerarlos. Si es que no hay ideas nuevas...

No sé cómo lo haces pero es irresistible comentar lo que escribes :)

Azelaïs de Poitiers a dit…

Muy cierto, Eleder, la religiosidad medieval fue variadita según localización, y la verdad es que lo que más estudiado tengo es Francia, España, Inglaterra y el Imperio. De todas formas, daban una idea bastante general y el tono general es el que he expuesto en el blog. Sí se tienen bastantes datos sobre lo que pensaba el personal... date cuenta de que iglesias enteras fueron patrocinadas por gente que quería salvar su alma. La gente patrocinaba iglesias, monasterios, cruzadas, instituciones benéficas... de todo según la moda imperante.

Los archivos notariales están plagados de testamentos cuya toda primera parte está destinada a enviar fondos a tal o cual iglesia para que se hagan misas "pro remissio anima mea", novenas y aniversarios. El que más capital y clase social tenía, más invertía... pero los pobres invertían todo lo que eran capaces. Incluso los condenados a muerte llegaban a hacer testamento público si antes de ser ejecutados se arrepentían.

Muy buena esa relación entre cátaros y nórdicos, Ardaleth... no se me había ocurrido.

Oñe, no sé si os molará o no contestar en mi blog, pero es que da gusto dialogar con gente tan culta. ¡Gracias majos!.

Anonyme a dit…

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