Por lo demás, lo dicho... la vuelta a sitel-city ha sido un asco estos tres días y cuando grito "¡¡¡Me quiero ir a mi casaaaaa!!! ¡¡¡o mejor a Japóóóóón!!!" creo que no me entienden lo suficiente, jajaja. Y eso que Carmen dice que nadie lo dice con tanta desesperación como yo (lo de querer irse a casa, se entiende, lo de Japón lo ven como más exótico y supongo que prefieren irse al Caribe en realidad).
En resumidas cuentas, me lo he pasado tan bien estos días en Madrid que estoy frustradísima con mi vuelta. Y es que cada vez que vuelvo de Madrid me da la misma paranoia de que debería ir más a menudo. A fin de cuentas está a 24 euros de distancia de aquí y cuatro horitas de viaje que se pasan tranquilamente durmiendo y escuchando música. Y una vez allí hay infinidad de cosas por hacer, sobretodo por la oportunidad de ver a toda esa gente que no hay forma de ver fuera del messenger. Aunque también podíais venir vosotros, marrajos, que siempre hay que suplicaros, jajaja.
Me lo pasé genial en casa de Ariencita. Hacía mil que no sabía nada de Bombur (más majo él...) y eso que lo tengo en el messenger, pero ya se sabe... a fin de cuentas se acaba por usar el messenger siempre para hablar con los mismos. En todo hay rituales. Laura es una tipa majérrima y está tan loca como nosotras (el sábado nuit lo confirmó... esa noche basada en EL DEUVEDÉ, vodka, chocolate y una larga sesión de youtube protagonizada por el "momento micrófono") y sobre Ariencita ya me extendí recientemente: es de lo más majo que hay en este mundo. No me quiero dejar de lado al otro gran inquilino que reside en esa casa... el que otrora fue el pequeño Motita (hijo de Dana, la gatita que se quedó la madre de Marcos... todo queda en familia) ahora se ha convertido en señor Mota; un gato precioso y enorme. El condenado se ha puesto guapísimo y está de un mimoso que no os podéis imaginar. Os pongo aquí una foto para que veáis lo guapo que está, pero haré un post en condiciones en el blog felino para que veáis lo bien que decoran el señor gato y su mamá.
El "pequeño" Mota dedicándose a una actividad importante: el reposo felino
La noche del concierto fue memorable, como ya relato en el post anterior. Después sólo hablábamos de suicidio, de haber vivido ya suficiente, de irnos a vivir a Japón y de que si no cumplíamos nada de eso y no volvían a España, al menos iríamos a París en su próxima gira, jaja. ¿Qué? El concierto merece la pena y cualquier excusa es buena para darse un paseo por la Sainte-Chapelle ¿no?. Las largas horas de vídeos y de conversaciones absurdas tampoco tuvieron precio. Chicaaas, tengo que volver a Madrid a hacer terapia con vosotras. La mayor parte de la gente de mi entorno habitual no me entiende, jajaja.
Así de tristes estábamos al día siguiente del concierto
Por lo demás... pasó lo de siempre: tenía muchas ganas de ver a mucha gente, pero luego hay poco tiempo y no se puede ver a todo el mundo ni hacer la mitad de las cosas que se pretenden. Me fastidió mucho no ver a Dûriner y tampoco he visto esta vez a Rúmil y a la Arien-Ra (para que ustedes distingan y tal). Con Eleder estuve poquito. La próxima vez tengo que hacer el encaje de bolillos con otro dibujo para estar más con esta gente y menos con los que he estado esta vez... a ver si lo consigo. De la que no puedo prescindir mucho si voy es de Cecilia, que a fin de cuentas no la leo nunca por el messenger (aunque la última vez que estuve no pude quedar con ella... qué lío). El caso es que fueron geniales las largas horas de conversación con Cecilia, con Cecilia y Eleder después y con Eleder finalmente. Todo esto mientras digeríamos porquerías (el aguante que tiene esta gente no lo sabe nadie, porque a mí me sentaron muy fatalmente el pedazo sandwich del vips y el brownie que me zampé un buen rato después... mientras Cecilia se ventilaba sin pestañear dos sandwich que seguro que le sentaron de maravilla). En fin... nos extendimos en pedanterías, en la hermosa arte de poner a caldo a determinados personajes (que no personas) y a recordar con cariño a otras que poníamos verdes antes (en el fondo siempre han estado ahí).Con Lothi pude disfrutar de un señor paseo por el Prado, seguido de un café y un paseíllo de tiendas (que me llevó a pensar que en lugar de comprar ropa debería comprarme una máquina de coser y dejarme de tonterías, ejem). El paseo por el Prado empezó mal, porque no habíamos desayunado y encima "decidimos" empezar por las salas del barroco español, así que nos dimos de morros con Rivera, Murillo y Zurbarán. Huelga decir que no nos placen demasiado (aunque la última vez que estuve en el Thyssen sí que encontré a Rivera bastante interesante, lo que son las cosas), así que empezamos la visita con un tono bastante cínico. Ya os podéis imaginar: que si este cuadro es chungo, que si tal de allí era muy feo... Después procedimos a hablar de reyes, princesas y demás retratados como si fueran colegas de toda la vida: esa era una víbora y aquel tuvo mucha suerte con aquello que hizo. Ya se sabe, demasiado Carlos Fisas, jajaja. Eso y que siempre nos ha gustado el marujeo, pero con clase.
Lo bueno de que el Prado esté tan cerca, sin embargo, es que te puedes permitir eso. No es como si vas a Paris, que más te vale estar despejado para ver el Louvre, porque de aquí a que vuelvas... Ir al Prado en cambio supone que te puedes dejar sin visitar el tesoro porque tienes hambre y te empiezan a dar mareos, jaja. Te puedes haber saltado un cuadro que te encanta porque no has cogido el plano para guiarte en condiciones y te has pasado la sala de largo y no te da ningún yuyu (bueno sí, uno pequeñito igual sí, dependiendo del cuadro, claro), porque sabes que no tardarás mucho en volver. Sin embargo, hay cuadros que independientemente de las veces que se vean, lo poco que se haya dormido y el sueño que se tenga, siempre impactan. Yo siempre tengo dos motivos fundamentales para pensar que es una buena idea visitar el Prado: "El Jardín de las Delicias" del Bosco y las "Pinturas Negras" de Goya. Qué maravilla. Además, tuvimos la suerte de que por lo visto últimamente no están de moda ni uno, ni otras, así que los pudimos ver con total calma y desde sitios preferenciales. Cabe decir que cuando llevábamos un rato comentándonos la una a la otra El Jardín de las Delicias, se fue llenando de gente, pero nosotras seguíamos en nuestra posición preferencial.
Espacio pequeño para cuadro grande, porque no se pueden ver las menudencias, jaja. Y yo que siempre he dicho que este cuadro inspiró al creador de Wally...
Al margen de estas dos maravillas, siempre es un placer volver a ver la sala de pinturas del Greco, cuyas composiciones deben de ser las mejores de la historia de la pintura. Sus retratos están bien, pero las obras de gran tamaño son perfectas. Nadie salvo él ha podido permitirse durante siglos realizar esta clase de composiciones y muchos de los que lo han intentado habrían hecho bien en quedarse con el triángulo o la perspectiva central, en pro del buen gusto. Por supuesto, la utilización de esos colores que sólo él supo utilizar (ese rosa y ese azul característicos) o las expresiones de los ojos, también contribuyen a que sea uno de los pintores más grandes de la historia. Y cosa curiosa, es un pintor que no me hizo mucha gracia cuando empecé a estudiar arte y que ahora es sin lugar a dudas uno de mis favoritos.
La escasa pintura renacentista italiana también nos tuvo entretenidas un buen rato. Y es que cuesta comprender qué hacen en España obras tan importantes como son las tres partes que se exponen del Nastagio degli Onesti de Botticelli o una de las anunciaciones de Piero de la Francesca que nunca recuerdo que está en el Prado y siempre me sorprendo cuando la veo. Del Nastagio poco se puede decir. Salvo "¿qué pensaba Botticelli cuando los pintó"? (la respuesta "en el Decamerón" no me vale).
De Velázquez ni hablamos. Diría que es siempre un placer contemplar "Las Meninas", de no ser porque había gente a patadas, para variar, delante del cuadro. Como si no hubiera nada más expuesto en todo el condenado museo. Frente a "Las Hilanderas", sin embargo, siempre suele haber menos gente, así que lo disfrutamos más tranquilamente. Curiosamente, Velázquez es uno de los pocos pintores cuyas mejores obras sí son las más conocidas. Entre "Las Lanzas" y "Las Hilanderas", desde luego me quedo con este último. No sólo estéticamente, sino porque su composición es bastante más interesante. En cualquier caso, tampoco encuentro mal que "Las Lanzas" sea uno de los más conocidos, salvo por el detalle de que la gente también se amontona delante del susodicho cuadro. Me temo que la película del "Alaquetriste" hizo mucho daño a los visitantes habituales de la sala, jur.
Por último un capricho personal... me encanta "El Triunfo de la Muerte" de Brueghel el Viejo. Es una pintura que no acostumbra a salir en las guías de viajes y que sin embargo tiene una modesta cantidad de seguidores. Me sorprendí cuando llegué a casa y hablando con el elfo al respecto, le enseñé el cuadro, que identificó en segundos y dijo "¡Brueghel el Viejo!". Curioso, considerando que Marcos no ha estudiado arte ni nada similar. El mozo justifica el conocimiento como "no sé, Javi y yo lo conocíamos" (¿?) jaja. En fin... cuadro curioso que recoge la tradición bajomedieval del Triunfo de la Muerte, tema que me interesa también desde el plano profesional, claro, jajaja. Me parece una maravilla desde la primera vez que lo vi y eso que entonces no creo que entendiera muy bien su significado.
En fin... no me explayo más porque ya me vale. De postre un café de Starbucks de esos de caramelo, aunque sepan dulzones y te los den en vasos de plástico, jurjur. De música, el aria "Blute nur du liebes Herz" de la Pasión según San Mateo de Bach.