Ayer, de forma totalmente casual, me enteré de una noticia que me dejó una amarga sensación: hace más de año y medio que murió José Luis Ochoa de Olza, mi profesor de música medieval. Creo que de la gente con la que trato habitualmente nadie, salvo Cecilia -y está ahora mismo en Edimburgo, así que se lo contaré a su vuelta-, sabe hasta qué punto este vacío es importante. Excelente comunicador, músico excepcional y grandísima persona.
Lo recordé ayer por la tarde mientras escuchaba el "Viderunt Omnes" de Leonin y me asaltó ese comentario suyo en el que afirmaba que la gente no tiene ni idea de lo qué es la música medieval y por eso ponen esas pseudoimitaciones de las películas, que nunca están a la altura ni tienen nada que ver con la verdadera música de ese tiempo. Fue por eso por lo que decidí buscar en internet qué era de él y me encontré con la triste noticia. Lo recuerdo a menudo, cuando hablaba así refiriéndose al "Llibre Vermell" de Montserrat. Lo recuerdo también cuando decía que no debíamos dejarnos engañar por esos instrumentistas que interpretan obras clásicas a gran velocidad. Solía decir que la música de otros tiempos se hacía para ser escuchada con calma, porque en la Edad Media, en el barroco o en el clasicismo, la gente no vivía con la prisa que vivimos ahora y no tenía reproductores de música, de manera que cuando podían escuchar música, se lo tomaban con toda la calma y atención del mundo.
Es el hombre que nos hizo amar la música gregoriana, tema arduo difícil, porque si mal no recuerdo, yo solía decir que podía gustarme cualquier cosa de música antigua salvo el gregoriano. Bastó una clase con él para que todos los asistentes nos convirtiéramos en devotos. Puedo recordarlo dibujando neumas, puncta y virga en la pizarra, diciéndole a quien le parecía "vamos a cantar "O Virgo", a ver, usted, cante lo que pone en la pizarra", y el pobre chaval decir "no, oiga, que yo lo de cantar...", "empieza, te digo. Tu compañero el de al lado va a empezar cuando yo le de la vez". Nos hizo cantar "O Virgo". Puede parecer poco excepcional, pero lo es, sin lugar a dudas. Hace cincuenta o sesenta años se consideraba que era completamente imposible de interpretar. Había teorías que afirmaban con total convencimiento que era una música hecha para el intelecto, pero no para ser interpretada. Él no quiso creer semejante patraña y fue el primero en este país que lo hizo cantar a un coro. La primera grabación que se registra es suya. Hizo cantar, para una grabación, a las monjas de clausura de las Huelgas -pasándoles el instrumental de grabación para que ellas se encargaran de instalarlo... haciendo mucha paciencia, como ustedes supondrán-, aunque también supo ver que si para las monodías no había mejores voces que las de las monjas, era mejor que de las polifonías se encargaran cantantes educadas. Pero solía referirse al hecho de que en la Edad Media nadie había dado clases de canto lírico. Los monjes y las monjas cantaban como buenamente podían y esa era la forma más pura de interpretación del gregoriano. Fue uno de los pioneros en considerar que hay mucha más música en este país que Granados y Falla. El tiempo de gloria de la música española tiene una fecha muy anterior.
Nos hizo comprender las bases del Ars Antiqua y cómo eran las mismas que justificaban el arte gótico. Nos hizo amar el Ars Nova y la música culta profana. Cecilia quería suplicarle que le diera clases particulares y yo le decía que estaba loca, que Ochoa de Olza era una eminencia y nosotras tristes gusanas. Aunque vayan ustedes a saber, supongo que si no lo consiguió fue porque no puso empeño alguno... a fin de cuentas, a ella le debo mis clases con en gran Sergio Barcellona.
En cierto modo, es difícil explicar por qué tengo esta sensación amarga. No fue un familiar, ni un amigo. No lo tuve como profesor demasiado tiempo, pero aún así, es de esa clase de profesores, de personas que dejan una huella muy marcada. Tanto por sus explicaciones, por lo que nos hizo conocer como por lo que nos hizo amar.
Siento una extraña impotencia al darme cuenta de que hace año y medio ya que falleció. Quizá, como dice Marías, porque no somos capaces de soportar que alguien no está en este mundo sin que nosotros lo sepamos. Porque nos parece horrible creer que alguien esta vivo cuando hace ya tiempo que ha muerto.
No dejo de pensar que a fin de cuentas vivió bien los años que pasó. No llegó a cumplir los ochenta, también es cierto, pero fue amado por mucha gente, tuvo una existencia placentera y consagró todo su trabajo a lo que más deseaba: la música.
Quizá lo que más pesa es la triste sensación de que con su marcha, este mundo merece un poco menos la pena. Gracias por todo, profesor Ochoa de Olza. Espero que allá donde esté, la música le acompañe.
A quien quiera recordarlo, le recomiendo que escuche el Stella Splendens del Llivre Vermell de Montserrat. Lo escuché por primera vez en una clase suya y pensé que jamás se había escrito nada tan hermoso. Lástima que no haya en youtube una versión más digna... por el Ares, E-mule y demases pueden descargarse la grabación del propio Ochoa de Olza. La de Jordi Savall con Hespèrion XXI, quizá más fácil de localizar, poco tiene que envidiar.